viernes, 22 de diciembre de 2017

DESPIDIENDO A UN AMIGO DEL INTERIOR

Y ahí estaba él, no se quería ir el muy gil, ya no sabía que hacer. Les explico un poco la situación: yo estaba tranquilo en mi casa y se me aparece de la nada este amigo al cuál no invité (jamás de los jamases lo invitaría) pero como tengo un corazón débil y bondadoso dejé que se quedara pero un día nomas, ese fue el trato. Lamentablemente hizo caso omiso y estuvo un par de días más rompiéndome las bolas.  

Me había hartado tanto de este gil que al final decidí echarlo por la fuerza, ya no lo quería ver nunca más, quería que se vaya de inmediato. Respiré hondo, apreté los dientes, crucé los dedos, solté toda mi ira -se me hincharon las venas- pero él se resistía no se quería ir sin dar pelea. Era una situación jodida, los dos no queríamos dar el brazo a torcer. Traté de serenarme (exhalé, inhalé, exhalé, inhalé) reuní fuerzas de no sé donde pero al final lo vencí, me pude desprender de ese malnacido. Luego tiré de la perilla y un remolino se lo llevó al lugar más recóndito y putrefacto que te puedas imaginar. Demás está decir que traspiré como loco.   


imagen ilustrativa 



Espero que nunca les pase algo similar, a este tipo de amigos no hay que tomarles tanto cariño porque luego se aferran a vos y no te van a querer soltar, y te vas a comer un garrón de la gran flauta (así obran estos seres sucios). 


 ¡Hasta la próxima!

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