domingo, 31 de diciembre de 2017

"BUEN TRUCO ESE"

Antes que nada quiero decirles que estoy un poco triste porque Papa Noel no me regaló nada en esta navidad que pasó y ya van como dos años que no recibo regalos de él (HDMP). No sé que tiene conmigo, pero bueh esta es una historia poco interesante y que seguro no les importa. 

El año se está terminando y en este último post del 2017 quiero contarles una pequeña y loca historia -basada en hechos reales- que me tiene a mi como protagonista y a otro más. Como siempre digo:  espero que os guste.

Era un caluroso día de diciembre y me hallaba en el bondi, era el mejor lugar donde podía estar, el aire condicionado te quitaba un peso de encima y entonces uno podía preocuparse por cosas más importantes que el puto clima de mierda que hay en este país. Estaba sentado al lado de la ventanilla, con una mano derecha apoyada en la sien, contemplando el paisaje que el trayecto me ofrecía, en una clara pose de poeta romántico a la vez que masticaba un chicle de menta para ser más... ¿cómo se dice? ¿Cool? Sí, esa es la palabra.   

Al rato se sube un viejo, que andaba todo encorvado y caminaba con cierta dificultad como si una de sus piernas estuviera paralizada. Quisiera aclararles unas cosillas que me había pasado por alto: 1) Me encontraba en uno de los asientos de adelante 2) a mi lado había un tipo 3) éste tipo le cedió el asiento al viejo (menos mal, porque yo ni en pedo). 

el viejo se veía algo así, ¿diabólico verdad?

Pasaron unos minutos desde el arribo de mi nuevo compañero hasta que abrí mi boca y le dije "buen truco ese, eh". El viejo se volvió hacía mi y me miró con cara de mucho desconcierto, "¿que decís nene?" preguntó elevando la voz. Sonreí, el viejo al ver que no le respondía volvió a su estado normal hasta que de nuevo abrí mi boca y queriendo redoblar la apuesta solté: "buen truco ese... el de hacerse el discapacitado". 

Ahora si tenía toda la atención del anciano, lo miré de reojo, el rostro lo tenía rojo como un tomate y enfadado lanzó: "¡¿que te pasa nene?! ¿que mierda decís?". Y di inicio a una contienda verbal que enfrentaba a dos generaciones tan opuestas, el diálogo fue masomenos así: 

- Buen truco señor, lo felicito, hay que tener cara para hacerse el discapacitado -dije con aire sobrador. 

No le di tiempo de respuesta y agregué mientras sacaba otro chicle de menta del bolsillo:

- Aunque yo de ninguna manera le hubiera cedido el asiento.  Por suerte la sociedad va mejorando y cada vez menos gente se traga eso de ser piadoso y darle asiento al viejito de turno que se sube al bondi. Lamentablemente todavía hay gente que cae en estos trucos baratos.

- ¡Pero usted es un insolente! -exclamó el vejete. 

- ¿Insolente? ¿Que es eso, no entiendo? ¿Así hablaban en su época? Perdóneme señor pero no capto su  idea, si pudiera ser más claro y preciso se lo agradecería mucho -mientras decía esto revisaba mis últimos mensajes de Whatsapp

El abuelito balbuceó algo, no sé que salió de su boca pero no era una palabra, la verdad no lo podría clasificar.  

- Callate la boca -dijo al final. 

- Ok, pero usted no se haga el desentendido y la próxima vez no engañe a la gente, usted puede caminar erguido como cualquier ser humano, además ¿por qué camina como si tuviera un yeso en la pata? Por lo que veo su pierna luce bastante normal. ¿Tan bajo va caer para conseguir un asiento, le parece ético? Es más respetable que dejara los trucos de lado y directamente pida el asiento, dígale a los demás que se le antoja sentarse y punto, que tiene que andar dando lástima... -manifesté con una fluidez digna de admirar y para finalizar (porque no podía ser menos incisivo) añadí: viejo mañoso.

Definitivamente lo saqué de sus casillas, ahora el viejo tartamudeaba tratando de proferir algún insulto, en un momento levantó la mano amagando a darme un golpe pero se contuvo. Temí que le pudiera agarrar un bobazo porque sinceramente me estaba sobrepasando.

- ¡¡¡LA PUTA QUE TE PARIÓ!!! -descargó con toda la furia.

- Ups, creo que dije una verdad incómoda jejeje -reí.

Tengo que decir que en toda la conversación jamás miré a mi interlocutor salvo por unos breves instantes, seguramente este gesto ponía de peor humor al pobre matusalén. En general miraba mi celular porque eso es más... ¿como se dice? ¿Cool? Sí, eso debe ser. 

- Soy discapacitado nene, mirá mi carnet -dijo el viejo a la vez que me mostraba su certificado de su "supuesta"discapacidad. 

- Ajá, tranquilamente eso puede ser falso -repuse luego de echar un largo bostezo. 

Otra vez amagó con querer darme un golpe, pero se detuvo justo en el momento en que decidí mirarlo a los ojos, le había tocado una fibra muy sensible, le había puesto no uno, sino dos dedos en la llaga. Le sonreí irónicamente. El viejito me siguió hablando pero yo ya ni me molesté en seguir la conversación, me limité a echarle de vez en cuando alguna que otra sonrisa malévola. Porque a fin de cuentas a mi lado tenía una persona de la tercera edad y este tipo de sub-especie tiene una esperanza de vida bastante corta, no valía la pena seguir discutiendo, fui misericordioso.  

Saludé al viejo cuando este se bajaba del bondi, la mirada de odio que me lanzó fue épica, no la voy a olvidar en mucho tiempo. Internamente me cagaba de risa, para mi todo esto fue un momento divertido, ¿que quieren que les diga? Pero toda historia tiene una moraleja y la moraleja de esta es: que yo siempre tengo razón no importan las circunstancias.


PD: Si querés leer un post similar podés leer este, que escribí años atrás, ¡hasta la próxima! 



viernes, 22 de diciembre de 2017

DESPIDIENDO A UN AMIGO DEL INTERIOR

Y ahí estaba él, no se quería ir el muy gil, ya no sabía que hacer. Les explico un poco la situación: yo estaba tranquilo en mi casa y se me aparece de la nada este amigo al cuál no invité (jamás de los jamases lo invitaría) pero como tengo un corazón débil y bondadoso dejé que se quedara pero un día nomas, ese fue el trato. Lamentablemente hizo caso omiso y estuvo un par de días más rompiéndome las bolas.  

Me había hartado tanto de este gil que al final decidí echarlo por la fuerza, ya no lo quería ver nunca más, quería que se vaya de inmediato. Respiré hondo, apreté los dientes, crucé los dedos, solté toda mi ira -se me hincharon las venas- pero él se resistía no se quería ir sin dar pelea. Era una situación jodida, los dos no queríamos dar el brazo a torcer. Traté de serenarme (exhalé, inhalé, exhalé, inhalé) reuní fuerzas de no sé donde pero al final lo vencí, me pude desprender de ese malnacido. Luego tiré de la perilla y un remolino se lo llevó al lugar más recóndito y putrefacto que te puedas imaginar. Demás está decir que traspiré como loco.   


imagen ilustrativa 



Espero que nunca les pase algo similar, a este tipo de amigos no hay que tomarles tanto cariño porque luego se aferran a vos y no te van a querer soltar, y te vas a comer un garrón de la gran flauta (así obran estos seres sucios). 


 ¡Hasta la próxima!